Me
despierto. Como siempre es de noche. Estoy de pie en mitad de un
enorme descampado cuadrado. Miro a mi alrededor. Estoy completamente
a solas y no recuerdo como llegué aquí o que debo hacer, así que
comienzo a caminar.
Cada
vez que pongo un pie delante de otro debo apartar: latas, de coca
cola y cerveza barata en su mayoría, papeles arrugados, bolsas de
plástico brillante y colorista, jeringuillas(la mayoría usadas o
rotas), cartones de vino, cristales hechos añicos, una vieja radio
que hace mucho tiempo que debió dejar de sonar, condones a
millares(utilizados también como indica el sonido acuoso que se
produce al pisar uno) zapatos desparejados, porno desechado de todo
tipo, toda clase de inmundicias y restos de comida.
El
perímetro de este vertedero accidental esta rodeado de altas luces
brillantes y potentes de modo que mi sombra se abre a mis pies como
una hermosa flor nocturna. La miro con fascinación unos segundos.
Luego el recuerdo de un encierro ligado para siempre a unas luces
como estas afloran entre la bruma de mi cabeza, cayendo encima mío
como una ducha de agua fría.
Entonces
llega un suave soplido de instinto.
Luego
la certeza.
Después
los escalofríos y siento una gota de sudor frío deslizarse helada
por mi espalda.
Mas
tarde llegara el pánico, irracional y puro, que me paralizara toda
voluntad o pensamiento.
Probablemente.
Pero
todavía no.
De
momento solo siento la urgencia. Y comienzo a correr.
Mi
flor oscura me acompaña a toda velocidad. Durante un segundo me
asalta la idea, de que mis zapatillas que son de lona y de mala
calidad, podrían romperse y dejar mis pies tímidos y desnudos, lo
cual con este suelo, no deber ser precisamente muy agradable.
Este
suelo...
Me
detengo en este pensamiento durante un destello, hasta que soy
consciente de su estupidez, dado que no pienso detenerme y sigo
corriendo.
Entonces,
a través del silencio, llega un sonido. Como a roto. Lleno mis
pulmones de aire y me esfuerzo por avanzar todavía más rápido. Los
limites de este solar parecen estar cada vez mas lejos y la línea
en la distancia que marca el principio de la calle salvadora comienza
a verse borrosa y se desdibuja en mi mirada acuosa.
Siento
la sangre golpeando contra mis sienes, como se acumula tras mis
mejillas, que arden.
Mis
piernas avanzan por inercia, sin detenerse, pero su ritmo se
ralentiza poco a poco. Seguir manteniendo esta velocidad cada vez
resulta más penoso.
La
boca seca.
La
traquea seca.
¡Hasta
los pulmones secos!
Cada
bocanada quema y huele a basura.
Siento
cada vez con mas intensidad unas punzadas de dolor en el costado que
tampoco me ayudan.
Finalmente
sucede.
En
realidad ya lo esperaba.
Una
pinchazo en los pulmones como un directo al plexo solar me obliga a
expulsar todo el aire de golpe, y no consigo inhalar de nuevo. Mi
visión se oscurece, mientras me derrumbo sobre el suelo.
Este
suelo...
Todo
se esfuma.
Entonces
me despierto.