Creí que eras todo mi mundo y yo solo una persona aferrada a ti
Creí ser afluente que desembocaba en el Océano que eras tú.
Y nunca entendí que era justo al revés, que en la ironia del querer se dan a menudo estas cosas.
Yo resulté ser el astro, te acercaste tanto a mí que te quemaste.
Resultó que yo era todo tu mundo pero ansiabas volar y yo ejercí contra ti toda mi gravedad y te aplasté contra mi suelo.
Creía desembocar en ti, pero tu venías a morir a mi como el barco que por fin toca tierra en puerto seguro.
Y yo que debí ser un faro en la noche, una guia de luz,
Movía mis mareas preguntándome de donde vendrías y en vez de empatia encontrabas olas que con furia te conducían a las rocas.
La culpa fue mía, la culpa fue mía.
Después de tanto tiempo poco me queda por añadir.
Ahogue tus aspiraciones en mis lágrimas, te arranqué la sonrisa de la cara, yo que tanto te hice reír.
Después de todo este tiempo poco me queda por añadir.
Los actos hablan por si mismos.
Debi darte alas y te puse grilletes
Si debo protegerte de alguien es de mi.
Siempre dije actos no palabras
A veces no hay mayor acto de amor que dejar el amor morir.
Actos no palabras.
Una vida no basta para prodigarte todas las bendiciones que mereces.
Pero permíteme que escriba el epitafio, de la lápida de nuestro romance, pues quizá el Cronos pase, y yo algún día me marche y aunque admito que pueda parecer una contradicción, yo enterraré con gusto nuestro pasado para darte un futuro con la salva excepción de decirle al universo desde mi letras que pesé a este negro corazón, una vez amé, amé a lo grande, sin medida, miedo ni control. Y que fui tan sumamente afortunada que conseguí incluso el amor de la persona amada. Es cierto que hay cosas que no podemos tasar. El amor puro, en bruto, que no entiendes y viene sin destilar es una de ellas.
Aprendan la lección que canta esta canción de sirena que ya fue olvidada en su playa.
Nunca subestimen el amor brindado. No cae del cielo. Es un regalo maravilloso y mágico, como los exquisitos jugos de los frutos del árbol de la vida misma.
Nunca, repito nunca, subestimen el valor del amor brindado.
Si no un día se encontrarán a sí mismos solos, en una orilla abandonada y remota, buscando a la vieja sirena, para unirse a su canto y su tristeza.
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